El dolor oncológico es aquel que aparece en personas enfermas de cáncer. Es un dolor intenso e incapacitante que puede surgir por la presión del propio tumor, por el tratamiento contra este o por las alteraciones del sistema inmunológico, entre otras causas.
Hoy en día, el cáncer es uno de los problemas de salud más importantes en nuestro medio. En España, se estima que unas 90.000 personas mueren al año a causa del cáncer. Además, de todos los pacientes con cáncer que se someten a tratamiento, se calcula que casi un 40 % experimenta dolor oncológico.
Por desgracia, en las etapas finales del cáncer, este dolor aparece en casi el 80 % de los enfermos. Se trata de una situación compleja que es difícil de abordar. Cada persona responde de una manera a un determinado tratamiento y gran parte de ellos son fármacos muy potentes.
No obstante, actualmente, se está avanzando mucho en este campo y, poco a poco, van apareciendo nuevas pautas de tratamiento. En este artículo te explicamos el tratamiento con opioides para el dolor oncológico.
¿En qué consiste el tratamiento del dolor oncológico?
Como ya hemos mencionado, el tratamiento del dolor oncológico debe ser individualizado. Es decir, debe adaptarse especialmente a cada paciente, ya que depende del tipo de cáncer que se padezca, de lo que lo esté causando y hasta de la percepción del dolor de cada persona.
Sin embargo, existe una pauta general de tratamiento del dolor oncológico en función de la intensidad del mismo. Es una escala que fue determinada por la Organización Mundial de la Salud. De menor a mayor intensidad de dolor, se utilizan los siguientes grupos de fármacos:
- Analgésicos simples, como el paracetamol y los antiinflamatorios no esteroideos (AINES): se utilizan en personas que sufren un dolor leve. Los más usados son el ibuprofeno o el naproxeno.
- Para pacientes que padecen un dolor moderado, el segundo escalón de tratamiento son los opioides débiles: en este grupo encontramos la codeína, el tramadol o la dihidrocodeína.
- Cuando el dolor es muy intenso, se emplean opioides muy fuertes: el más empleado es la morfina, pero también se utiliza la metadona o el fentanilo.
Para poder clasificar el dolor, es necesario realizar una buena valoración del paciente. Para ello, se utilizan las llamadas escalas del dolor. En las escalas de dolor se otorgan puntuaciones a diferentes aspectos del dolor para clasificarlo en algún punto entre leve e insoportable.
Normalmente, en estas personas, el dolor se produce por más de un mecanismo. Por ello, puede llegar a ser necesario combinar varios medicamentos. Es importante ser consciente de que, por desgracia, más de la mitad de los pacientes acaban necesitando medicamentos del tercer escalón.
¿Qué son los fármacos opioides?
Los fármacos opioides son aquellos que se han obtenido del opio y que, además, actúan sobre unos receptores cerebrales denominados receptores opioides. Están distribuidos por todo el sistema nervioso central y periférico.
Lo que hacen estos fármacos es unirse a esos receptores y frenar los estímulos nerviosos. Así, al frenar el estímulo, se consigue que la transmisión del dolor no se produzca.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos medicamentos tienen numerosos efectos secundarios. En primer lugar, es importante destacar que gran parte de los opioides, como la morfina, producen dependencia.
Del mismo modo, pueden aumentar la sensación de cansancio y debilidad. Otro de los riesgos es que se asocian a una depresión del sistema respiratorio. Por ello, hay que ser muy cuidadosos con la dosis y deben utilizarse siempre bajo prescripción médica.
¿Cuál es la pauta del tratamiento del dolor oncológico con opioides?
Segundo escalón: los opioides débiles
- Como ya hemos indicado, los fármacos más empleados de este escalón son el tramadol y la codeína. Se pueden administrar de diferentes maneras: para que su liberación sea retardada o para que actúen directamente. También se pueden combinar con otros fármacos, como los AINEs.
- En el caso de la codeína, por ejemplo, se suele tomar por vía oral. Al principio, el paciente puede tomar 30 mg cada 4 o 6 horas. Sin embargo, no se recomienda que se tome nunca más de 60 mg cada 4 horas. Tampoco se debe emplear en pacientes que tengan problemas hepáticos o renales.
Tercer escalón del dolor oncológico: opioides fuertes
- Estos fármacos se reservan para los casos en los que el dolor oncológico ya es casi intolerable. El más empleado es la morfina. Esto se debe a que se puede utilizar por numerosas vías, como, por ejemplo, de manera subcutánea.
- Además, la morfina no tiene ‘techo analgésico’. Es decir, cuanta más dosis se administra, mayor es su eficacia. De hecho, el límite de dosis lo marcan sus efectos secundarios, ya que una sobredosis puede provocar la muerte.
El uso complementario de cannabis y opioides puede mejorar la calidad de vida
Ha habido varios estudios en el pasado que han argumentado que el cannabis también tiene propiedades analgésicas y podría ser un tratamiento alternativo para los pacientes con dolor. Un estudio de la Universidad de Nuevo México (EE. UU.) investigó cómo el cannabis puede reducir la absorción de opiáceos en pacientes con dolor. En el estudio, 37 pacientes con dolor, inscritos en el Programa de Cannabis Medicinal (MCP, por sus siglas en inglés), se compararon con 29 pacientes que no estaban inscritos en dicho programa. Los pacientes también fueron tratados con cannabis, en contraste con el grupo de control. Durante un período de 21 meses, los investigadores observaron la prescripción de opioides a los pacientes.
Se encontró que los pacientes con MCP usaron menos opioides después de llevar un año inscritos en el programa, que aquellos que no participaron. Mientras la mayoría de pacientes redujo su dosis de opiáceos, mientras que otros dejaron de usar opioides por completo. Esto finalmente tuvo un efecto positivo en la calidad de vida de los pacientes, que también experimentaron mejoras en su «vida social», su nivel de actividad y su concentración. Por otro lado, solo hubo efectos secundarios menores por tomar cannabis.
En base a estos hallazgos, los autores concluyeron que existe una relación entre la inclusión de pacientes en el MCP y su disminución en el consumo de opioides, así como la mejora en su calidad de vida. Por lo tanto, piden «una mayor investigación sobre el cannabis como una alternativa potencial a los opiáceos recetados para el tratamiento del dolor crónico».
El tratamiento con opioides para el dolor oncológico es complejo y debe ser escogido según las características de cada paciente. Por ello, debe ser siempre un médico el que lo elija y decida cuál debe ser la pauta.
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