Una nueva investigación sugiere que un estilo de vida de alto estrés y el comportamiento “tipo A” pueden ser factores de riesgo para el accidente cerebrovascular (derrame cerebral o apoplejía).
Un derrame cerebral consiste en la interrupción repentina del flujo de sangre y de oxígeno a diferentes áreas del cerebro y puede causar daño cerebral y pérdida de función motora o cognitiva. Entre los factores importantes de riesgo se encuentran la edad, el sexo, el origen étnico, los antecedentes familiares, antecedentes de ictus o accidente isquémico transitorio (mini-accidente), presión arterial alta, colesterol alto, tabaquismo, diabetes, obesidad, enfermedades del corazón, aumento de los niveles de homocisteína, anemia de células falciformes y el uso de píldoras anticonceptivas o terapia hormonal. Algunos factores de riesgo, como el sexo, la edad y la herencia, no se pueden controlar.
El estudio publicado en el medio profesional Journal of Neurology, Neurosurgery & Psychiatry incluyó a 150 personas que habían tenido un derrame cerebral. Los investigadores también formaron un grupo de control compuesto de 300 individuos sin antecedentes de accidente cerebrovascular. Todos los participantes eran de Madrid, España. Tanto el grupo con historia de derrame como el grupo control fueron evaluados para identificar eventos estresantes en el último año y determinar su bienestar mental.
Los investigadores también evaluaron el grado al que todos los participantes exhibían conducta o comportamiento de tipo A. Los individuos con conducta de tipo A son más agresivos, impacientes y tensos.
Los individuos en el grupo con derrames tuvo una probabilidad casi cuatro veces mayor de haber experimentado un acontecimiento vital estresante en el último año que los del grupo de control. Los que recibieron una puntuación más alta en el examen de comportamiento de tipo A tuvo más del doble de riesgo de accidente cerebrovascular. Además, el consumo de más de dos bebidas energéticas al día también aumentó el riesgo de apoplejía.
Los investigadores concluyeron que la reducción del estrés puede ayudar a prevenir un ataque cerebral. Sin embargo, es necesaria más investigación.