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¿Cómo ser feliz? según la ciencia

¿Cómo ser feliz? según la ciencia

Ser feliz, según la ciencia, es posible. Cada vez hay más pruebas de ello. Pese a ser un terreno de estudio relativamente joven, se han publicado numerosas investigaciones que sugieren que el ser humano tiene la capacidad de alcanzar la felicidad, inclusive en circunstancias difíciles.

De hecho, en plena pandemia del COVID-19 podemos sentirnos muy alejados del concepto de bienestar. Sin embargo, aún en las situaciones más complicadas de la vida podemos encontrar momentos en los que celebramos nuestra existencia y nos sentimos más cerca de la idea de ser felices.

¿Qué es exactamente la felicidad?

La felicidad es un concepto abstracto que numerosos investigadores llevan décadas estudiando. Cada uno de ellos ha dado su propia definición y podemos encontrar decenas de ellas.

Algunas están centradas en la experimentación de emociones y estados positivos, y en cambio otras están más focalizadas en la equivalencia de la felicidad a la ausencia de miedo o adversidades.

Una visión muy interesante es la propuesta por el ingeniero Mo Gawdat. Este ex trabajador de Google vivió una situación especialmente difícil: su hijo falleció en una operación de apendicitis debido a una negligencia médica.

A raíz de su propio sufrimiento, Gawdat estableció una fórmula matemática en la que daba explicación a nuestra infelicidad. Según su planteamiento, la felicidad era equivalente a los acontecimientos de nuestra vida menos las expectativas de cómo estos deberían ser.

Esto significa que sufrimos cuando rechazamos lo que sucede porque pensamos que debería de ser otro modo. Por ejemplo, en la situación actual de confinamiento, las personas que se resisten a acatar las medidas ordenadas sufren mucho más que las que aceptan lo que está pasando.

Y lo mismo sucede para cualquier otra situación difícil de la vida: no aceptar que nuestra pareja nos ha dejado, un despido, una enfermedad o la muerte de un ser querido, convierten el dolor propio del suceso en un sufrimiento excesivo. Algo que, sin duda, nos aleja del concepto de ser feliz según la ciencia.

Efectos derivados de ser feliz según la ciencia

Según la Teoría de la Ampliación y Construcción de Barbara Fredrickson (1998, 2001), experimentar emociones positivas facilita tener comportamientos más flexibles y ayuda a tener un repertorio de conductas más amplio. Así, somos más capaces de adaptarnos mejor al entorno y funcionar mejor en los diferentes ámbitos de la vida.

Algunos efectos derivados de experimentar estados afectivos positivos son los siguientes:

  • Nuestros pensamientos son más creativos.
  • Somos más tolerantes con nosotros mismos y con los demás.
  • Nuestras respuestas son más adaptativas.
  • Contrarrestamos mejor las emociones negativas.
  • Somos más altruistas.
  • Toleramos mejor el dolor físico.

Las emociones positivas tienen un gran efecto amortiguador del estrés (Fredrickson, Mancuso, Branigan y Tugade, 2000), como han demostrado diversos estudios de laboratorio sobre, por ejemplo, la reactividad cardiovascular (Fredrickson y Levenson, 1998).

Además, la ciencia ha encontrado que las emociones positivas y negativas no son excluyentes, sino que son relativamente independientes (Avia y Vázquez, 1998). Así, podemos sentir emociones negativas en situaciones que al parecen son positivas, y a la inversa, experimentar emociones positivas en momentos especialmente difíciles como situaciones de ansiedad o traumáticas.

¿Cómo ser feliz según la ciencia?

Aunque a lo largo de la vida vivamos situaciones complicadas, los seres humanos podemos hacer mucho para alejarnos del sufrimiento. Aquí describimos algunas propuestas para conseguir ser más feliz según la ciencia:

Experimentar gratitud

Ser agradecidos con todo lo positivo que nos sucede es una práctica muy recomendable en nuestro día a día, y especialmente clave cuanto peor sea la situación que vivamos.

Las investigaciones efectuadas muestran una relación directa entre la gratitud y conductas prosociales, emociones positivas, satisfacción con la vida, optimismo, esperanza, vitalidad y percepción subjetiva de felicidad (McCullough, Emmons y Tsang, 2002).

Además, ser agradecido se asocia a menor riesgo de desarrollar desórdenes psicológicos como la depresión, la ansiedad o el consumo de sustancias (Bono y McCullough, 2006).

Por lo tanto, en tiempos de crisis y de dificultades importantes, incorporar el agradecimiento a nuestras vidas puede marcar una mejora significativa en nuestro estado emocional.

Experimentar gratitud

Ser agradecidos se asocia a un menor de riesgo de depresión, ansiedad, consumo de sustancias y otros desórdenes psicológicos.

Potenciar nuestro sentido del humor

Al sentido del humor se le atribuyen numerosos beneficios psicológicos como son las sensaciones y estados de alegría, bienestar y satisfacción, reducción del estrés y prevención de la depresión.

También tiene importantes efectos físicos como aumentar la tolerancia al dolor y mejorar el sistema inmune y cardiovascular. Además, a nivel social, mejora nuestra comunicación con los demás y ayuda a la armonía comunitaria.

Por ello, es importante incorporar momentos de distracción gracias al humor. Recuperar nuestra serie favorita, volver a ver esa película con la que no podemos dejar de reír, escuchar algún podcast divertido o leer un capítulo de algún libro que nos haga sonreír, puede ser de gran ayuda. ⠀

Escuchar música

El Journal of the American Medical Association publicó los resultados de un estudio de terapia musical realizado en Austin en 1996. La estimulación de la música aumenta la liberación de endorfinas y disminuye la necesidad de medicamentos.

Las endorfinas actúan sobre nuestro sistema nervioso central motivándonos y aportándonos energía, lo que nos ayuda a estar más alegres y a ser más optimistas.

Así, podemos crear una lista de reproducción con nuestras canciones favoritas más animadas para escucharlas mientras realizamos actividad física o tareas de limpieza, por ejemplo. Sin duda, una dosis diaria de música alegre nos hará sentir mejor.

Practicar mindfulness

El mindfulness significa estar presente en el aquí y el ahora. Al focalizar nuestra atención en cada actividad que realizamos, nos resulta mucho más fácil dejar de escuchar nuestros pensamientos negativos que a menudo bombardean nuestra cabeza.

Para practicar mindfulness no necesitamos ser ningún maestro zen. Solo debemos concentrarnos al máximo en aquello que estemos haciendo. Pongamos un ejemplo:

Si estamos cocinando un alimento, la idea es centrarnos en la acción que estamos realizando: observarlo, notar su textura con las yemas de los dedos, el olor que desprende, el sonido que genera al tocarlo o cómo cambia su consistencia al cocinarlo.

La práctica del mindfulness puede ser aplicada a casi cualquier actividad diaria y es una herramienta interesante para disminuir la ansiedad según múltiples estudios.

Incrementar las actividades placenteras

Sin los mecanismos neuronales del sistema de motivación y recompensa, nuestra especie habría muerto de inanición y no se habría perpetuado. Si algo nos proporciona placer, es muy probable que queramos volverlo a repetir.

Así, podemos practicar muchas actividades placenteras que nos aportarán felicidad: darnos un baño caliente si tenemos frío o una ducha refrescante si hace calor, aprender algo nuevo, cantar, escribir, pintar o bailar serían algunos ejemplos.

Las actividades que nos resultan positivas activan un circuito de neuronas que producen la sensación de placer y reducen nuestro nivel de estrés de forma significativa. Por lo tanto, en momentos complicados es importante dedicar algún momento del día a realizar alguna de estas acciones.

Ser feliz según la ciencia: incrementar el placer

Incrementar la práctica de actividades que nos resultan placenteras también aumenta nuestra sensación de bienestar y felicidad.

Planificar actividades

Tal y como comentaba Eduardo Punset en su libro El viaje a la felicidad, las expectativas de una situación muy deseada superan con creces la felicidad del propio acontecimiento. Es decir, que la felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad.

Esto se debe a lo que los científicos llaman el circuito de la recompensa. Este circuito, que alerta los resortes del placer y de la felicidad, se activa especialmente durante la búsqueda y no tanto durante el acto en sí, al contrario de como cabría esperar. La dopamina se activa con la simple expectativa de placer, aunque luego este no se materialice.

De este modo, pensar en comernos nuestro helado preferido, conseguir el trabajo de nuestros sueños, planificar unas vacaciones idílicas o imaginar una conversación con alguien que nos gusta, nos aportará en muchas ocasiones una mayor satisfacción que el acto en sí.

Ser feliz según la ciencia: ¿qué debemos recordar?

Generar estados de ánimo positivos en situaciones complejas no es una tarea fácil. No obstante, si seguimos las acciones descritas, podemos acercarnos a una sensación de bienestar significativa.

Hay que recordar que las emociones más negativas tienen una función y su razón de ser. No existirían si no nos hubiesen resultado adaptativas a lo largo de la evolución. Lo importante es aprender a escuchar qué nos quieren transmitir para poder comprenderlas, traspasarlas y, finalmente, dejarlas atrás.

Sin embargo, a veces esos estados emocionales negativos no desaparecen tan fácilmente. Aunque apliquemos todas las conductas descritas en este artículo y tantas otras que conozcamos, como practicar actividad física, leer o conversar con un buen amigo, el malestar persiste.

Por ello, si pese a poner todo de nuestra parte, sentimos que las emociones negativas nos superan y no sabemos cómo gestionar nuestro desazón, es importante consultar con un especialista. Un psicólogo clínico o sanitario especializado en este tipo de casos podrá ayudarnos a poner remedio a un sufrimiento evitable.

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